Dejé la empresa de mi padre.

A los 36.

Y me dediqué a esto.

Adiós autos con ruedas

Hola autos del juzgado.

Y eso fue después de nacer mi primer hijo.

 

Me hubiera gustado ser padre antes, pero no me apellido Mcfly ni tengo un Delorean así que no puedo cambiar eso.

 

O sea que a los 36 me pasaron muchas cosas.

 

Web NO oficial

Procurador Jorge Aparicio Casero

Decidí a esa edad abandonar la seguridad de la empresa de mi padre.

 

Buena nómina.

 

Buen horario, aunque reconozco que el mejor es el de los funcionarios.

 

Con madrugones de vez en cuando y digo MADRUGONES, no madrugones, de los de levantarte a las 5 de la mañana para viajar todo el día.

 

Pero no estaba cómodo.

 

No lo estaba porque mezclaba dos trabajos, éste y el de procurador y el día de 48 horas todavía no se ha inventado. Y me tocaba lidiar con una parte odiosa de cualquier empresa: los bancos (de dinero, no de los del parque). Y se me daba mal, me pilló una época en la empresa en la que costaba facturar y ya sabemos que negociar con los bancos es más o menos sencillo cuando vas con un fajo de billetes asomándote por los bolsillos, pero, por lo general, es complicado. Lo pasaba realmente mal, no sabía cómo convencer al banco, no tenía experiencia y esa inseguridad la notaba el del banco. Nadie me preparó para eso. Además, a veces iba con un familiar no directo que no era buen negociador y que, en cuanto veía que el banco no cedía, le soltaba lo de “si no me das lo que quiero, rompo la baraja”.

 

A ver, yo no sé si valgo o no, pero sé que sí a los 5 minutos de iniciar una negociación con un banco le sueltas eso, significa dos cosas:

 

Que no eres un buen negociador, eres un piernas porque negociar significa que ambas partes han de ceder. Eso es de primero de empresa.

 

Que no eres un buen psicólogo porque enfrente tienes a un tío que trabaja en banca, no a una piedra pómez y, si le dices eso, se va a sentir atacado, no acojonado. Y se defenderá.

 

Bueno, quizá si le dices que te llevas el euromillón de 150 millones de euros que te acaba de tocar a otro lado, quizá sí se acojone un poco.

 

Por desgracia, no lo he podido comprobar, tiene que ser como entrar en el nirvana, entrar en el banco y decir: “tengo 150 millones de euros que no sé qué hacer con ellos. Tengo tras de mí para atender una cola cuya longitud supera a la de la muralla china. Tú mismo…”

 

Sigo.

 

Curiosamente, mi primer asunto como procurador fue contra un Banco, eso me abrió la puerta a empezar en esto porque, en mi caso, no hay nadie de mi familia que tenga vinculación con el mundo jurídico.

 

Y, además fue un caso curioso porque yo notaba en las reuniones que hubo, que nos miraban como a una cucaracha a la que había que pisar cuanto antes.

 

¡Cómo nos atrevíamos nosotros, unos mindundis a demandar a una de las entidades financieras más importantes del país!

 

¿Pero sabes qué…?

 

Perdieron. Y lo hicieron porque nos subestimaron. David contra Goliat, Y ganó David.

 

De nuevo.

 

Otra vez.

 

Me hubiera gustado decirles que eran unos gilipollas y unos arrogantes y restregarles la sentencia por su cara. Pero soy más listo que ellos y no lo hice.

 

Poco a poco, la cosa empezó a ir a más hasta un punto en que no podía tener los dos trabajos a la vez y aquí es donde aparece mi primer hijo, Fernando.

 

Fernando es un chaval especial, muy especial. Es un chico normal, pero necesita ir a una logopeda, una pedagoga y algunas cosas más y necesita que alguien le lleve de A a B. Y ese alguien soy yo y como comprenderás con un trabajo de 9 a 2 y de 4 a 7, eso es imposible, aunque sea la empresa de tu padre.

 

Una cosa es llevar a tus hijos al colegio y recogerles. Entran a las 9, salen a las 2…sin problema. Pero si a media mañana tienes que salir para llevarle a la logopeda o a la pedagoga, la cosa cambia, sobre todo si te ponen caras.

 

Uno no puede estar todo el rato pidiendo que le dejen salir del curro.

 

Así que una nochevieja en casa de mis padres, aprovechando que encima de la mesa había además de el turrón, el vino, las viandas y todo eso, un ultimátum, dije que me iba, que dejaba la empresa, acojonado, asustado, muy asustado sin saber cómo lo iba a hacer a partir de ese momento, tenía algunos clientes pero lo que ya no tendría era una buena nómina a final de mes, esa nómina que te permite organizar tu vida, realizar un gasto sabiendo que no pasa nada porque a final de mes tu cuenta se recuperará. Si eres autónomo, me entiendes.

 

Por cierto…

 

SI TIENES COCHE, PINCHAR EN EL RECTÁNGULO DE ABAJO TE INTERESA…

 

¡¡¡Porqué pone dinero en tu bolsillo!!!

 

 

Ya acabo.

 

Dicen los que saben de marketing que ahora es cuando debo contarte de qué va mi trabajo.

 

Bueno, eso lo pongo en la landing page que dicen los anglosajones. Pero lo pongo porque me obliga Google pero por mí no lo haría porque ya sabes lo que hace un procurador y además, es aburrido.

 

Y si mi web es aburrida, no vendo.

 

Los que saben de marketing también dicen que tengo que poner una imagen de la justicia con una venda en los ojos sujetando una balanza.

 

Y seres humanos guapos, guapas y guapes dándose la mano y sonriendo sentados alrededor de una mesa.

 

Porque es lo que te identifican como una web jurídica.

 

Yo lo identifico con un bostezo.

 

Así que estas dos cosas sólo las encontrarás en series como Suits o La ley de los Ángeles (para lo más antiguos).

 

O en mi web oficial que, por cierto, no existe.

 

Lo que si encontrarás es a alguien que da mucho la chapa a los funcionarios que trabajan en los juzgados.

 

Eso sí, nunca llamo a media mañana, a eso de las 11:00, 11:30.

 

Porque a esa hora no pillas a ninguno.

 

Están en el recreo.

 

Y dicen los que saben de marketing que para que me llames o me escribas, tengo que contar una historia, así como muy personal para que empatices conmigo.

 

La larga ya te la he contado antes.

 

Ahora te cuento la corta.

 

“De pequeño me rompí una muñeca”.

 

Así que, como supongo que tú no habrás nacido adulto y que tú también tienes muñecas, tienes que empatizar conmigo. Sí o sí. Aunque no te hayas roto ninguna.

 

Y también dicen que tengo que incluir un call to action, o sea, una llamada a la acción.

 

O sea, que a lo mejor te gusta lo que has leído pero que no te quedes parado, que me mandes un correo o me llames, que no vivo del aire o de la paguita socialista/podemita.

 

Así que…

 

Mi teléfono y mi correo…

 

Abajo

 

Mi objetivo es que trabajes conmigo bien como abogado, empresa o particular.

 

Así que…

Trabajo para que el procedimiento acabe mal…para el contrario.

 

Lo cual significará que ha acabado bien para nuestro cliente.

 

Mi teléfono y mi correo…

 

Abajo

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